Según Walter Benjamin, el aura es la unicidad y autenticidad de una obra de arte, su presencia en un «aquí y ahora» particular, ligada a su historia y contexto original. Para Benjamin, este concepto es destruido por la reproductibilidad técnica (como la fotografía o el cine), ya que cada copia pierde la conexión con su existencia única, lo que a su vez transforma la percepción social y la función del arte.
La noción de aura benjaminiana necesita ser actualizada y tecnificada cuando la aplicamos a la arquitectura hoy. No me refiero a un halo místico ni a mero valor de mercado, sino a la singularidad del compromiso de la creación arquitectónica con el espíritu del tiempo y las condiciones locales, concretas, de contorno: el nudo material, temporal e institucional que hace que un edificio sea irreductible a una serie de parámetros o a una imagen intercambiable. Explico aquí los vectores por los que la lógica algorítmica contemporánea la erosiona (el aspecto que podemos llamar colonialismo digital) y muestro cómo la ausencia del cuerpo —del hacer encarnado— destruye la traza que hace posible esa singularidad.
Definición técnica de aura benjaminiana aplicada a la arquitectura
El aura benjaminiana, trasladada a la práctica arquitectónica, puede definirse como la propiedad emergente que resulta de la confluencia de cinco dominios que se entrelazan en el acto de construir:
- Indexicalidad material: la obra conserva huellas directas de procesos técnicos —vetas de madera, microfracturas en el encofrado, marcas de herramientas— que son índices irreductibles a la repetición digital. Estas huellas son datos físicos singulares que anclan la obra a una historia de producción y a una praxis específica.
- Temporalidad situativa: la arquitectura existe en un continuo de decisiones situadas (clima, sequías, ciclos de uso) y de eventos históricos. Su sentido no es atemporal: es la respuesta práctica y acumulada a un contorno dado, no una simple aplicación de estilo.
- Proveniencia institucional y ritual: la obra participa de redes de reconocimiento —comunidades, oficios, normas legales, rituales de inauguración— que la inscriben en una tradición y le asignan un lugar en la memoria colectiva.
- Performatividad de uso: la arquitectura se convierte en obra a través del uso habitado. Patologías constructivas, reparaciones, adaptaciones y el modo en que las prácticas sociales transforman el espacio son parte de su aura.
- Trazabilidad epistemológica: el proceso de proyecto y construcción deja trazas documentales y tacitarias —contratos, dibujos, relatos de obra, testimonios de artesanos— que permiten reconstruir la genealogía de decisiones y el compromiso ético-técnico detrás de la forma.
El aura no es un adorno; es la singularidad emergente de ese entrecruzamiento. Técnicamente, puede concebirse como un vector de alta dimensionalidad —un conjunto de variables explícitas (materiales, clima, normativa) y tácitas (competencia artesanal, memoria local, conflicto político)— cuya configuración única determina que un edificio concreto sea irrepetible sin reproducción de ese mismo vector. Si ese vector se colapsa o se empobrece, la obra deja de tener aura.
Mecanismos algorítmicos que erosionan el aura: perfiles técnicos
No es suficiente decir que los algoritmos “homogenizan” o sorpasan dimensiones culturales esenciales en la práctica de la poiesis. Hay mecanismos técnicos concretos que explican cómo ocurre esa erosión:
- Interpolación en espacios latentes: los modelos generativos operan en espacios latentes donde las modalidades dominantes del corpus ocupan regiones de alta densidad. Al samplear en esos espacios, la salida tiende a converger hacia modos dominantes —una forma de mode collapse estilística— que uniformiza respuestas frente a contingencias locales.
- Optimización por utilidad de escala: los sistemas que priorizan señales medibles (visibilidad, viralidad) optimizan para atributos fácilmente cuantificables, no para variables cualitativas de contorno (resiliencia, memoria, calidad táctil). Así, la función objetivo empuja hacia soluciones que “funcionan” en escala global pero fallan en el ajuste local.
- Pérdida de indexicalidad por abstracción: los procesos de digitalización y etiquetado transforman materiales indexicales en tokens. La transformación reduce la riqueza de la huella corporal a features discretos y reificables; al perderse la continuidad indexical, desaparece la posibilidad de regenerar la textura de la praxis en la obra final.
- Transferencia de estilo sin constraints tectónicos: aplicar vectores formales extraídos de corpus distintos a un contorno específico sin incorporar parámetros técnicos locales (clima, disponibilidad material, oficio local) es una operación de transplantación de motivos, no de creación situada.
Estos procesos no son neutrales: son operaciones matemáticas con supuestos normativos que favorecen la reproducibilidad sobre la especificidad, la eficiencia sobre la resiliencia, la visibilidad sobre la pertinencia.
Colonialismo digital arquitectónico: epistemes, datos y poder
Llamar a esto “colonialismo digital” es señalar que los corpus de entrenamiento, los catálogos y las bases de imagen/planos que alimentan modelos son expresiones de jerarquías culturales. Desde una perspectiva técnica y epistemológica:
- Los datos dominantes constituyen un canon digital: predominan registros de tipologías, técnicas y estéticas producidas por centros de poder económico y cultural. Los modelos, aprendiendo de esos datos, reproducen y amplifican ese canon.
- Existe una asimetría de representación: formas de habitar no digitalizadas o registradas de forma pobre quedan fuera del espacio latente. El filtro de disponibilidad digital actúa como una forma de “no reconocimiento epistemológico”.
- La extracción de elementos formales sin restitución de condiciones de contorno equivale a apropiación semiótica: se extraen motivos, iconografías o soluciones constructivas descontextualizadas y se reinsertan en geografías para las que no están concebidas.
El resultado político-técnico es que la innovación algorítmica puede convertirse en vehículo de estandarización cultural, reduciendo la diversidad proyectual a mutaciones superficiales dentro de un repertorio global.
Cuerpos ausentes: pérdida del conocimiento tácito y de la traza
La arquitectura tradicional genera aura porque integra saberes corporales: la mano del cantero, el gesto del carpintero, la respiración del alfarero. Estos saberes son tácitos (Polanyi): no formalizables completamente en reglas y difíciles de digitalizar sin pérdida.
Cuando el proceso proyectual se des-materializa en inputs y outputs textuales o paramétricos, se rompen los bucles de retroalimentación donde:
- El error genera corrección creativa (fallas que se convierten en recursos formales).
- La resistencia del material enseña restricciones productivas.
- La transmisión intergeneracional de oficios introduce variantes no previstas por modelos.
Sin la huella corporal, la obra pierde trazas indexicales: pequeñas irregularidades, reparaciones visibles, pátinas que testifican uso y tiempo. Estas trazas son componentes técnicos de el aura: señales físicas que anclan la obra en narrativas humanas.
Estrategias de defensa y recuperación del aura en la práctica proyectual
Para preservar el aura benjaminiana desde la práctica del diseño computacional y la arquitectura propondré intervenciones operativas y medibles:
- Mapeo riguroso del contorno: integrar en el pipeline de proyecto datasets locales de alta fidelidad (microclima, cadena de suministro, oficios, historia de suelo). No como capas ornamentales, sino como «constraints» primarios en los algoritmos de generación.
- Modelado paramétrico situado: condicionar los modelos generativos a restricciones tectónicas y de oficio (disponibilidad de material, tamaños estándar, tolerancias constructivas). Transformar variables tácticas en «hard constraints» reduce la probabilidad de transferencias formales no pertinentes
- Registro de trazabilidad y metadata de procedencia: documentar y exponer la genealogía del proyecto (autores, oficios, muestras, prototipos). La metadata no es solo para cumplimiento: es parte de la constitución de aura porque restaura la proveniencia.
- Prototipado físico iterativo: no delegar la validación material a simulaciones. El prototipado físico revela contingencias que generan decisiones formales vinculadas al cuerpo.
- Co-diseño comunitario y capacitación oficiosa: incorporar agentes locales en fases tempranas para recuperar conocimiento tácito y crear condiciones de apropiación y uso.
- Objetivos multi-criterio en optimización: incluir métricas no cuantificables a primera vista (continuidad cultural, reparabilidad, huella de oficio) como objetivos a optimizar, incluso si requieren proxies cualitativos.
El aura benjaminiana en arquitectura es la singularidad que surge del compromiso situado del proyecto con su tiempo y su contorno concreto: la acumulación de huellas materiales, la densidad institucional, la práctica corporal y la historia de uso. Los vectores técnicos contemporáneos —espacios latentes dominados, funciones de utilidad de escala, abstracción de la indexicalidad— tienden a erosionar esa singularidad; lo hacen de manera medible y reproducible.
El llamado no es a una tecnofobia reverencial, sino a una politización técnica: diseñar pipelines, modelos y pedagogías que restauren la traza, que condicionen la generación algorítmica a la especificidad local y que revaloricen el cuerpo como fuente de conocimiento. Preservar el aura benjaminiana es defender la arquitectura como práctica situada —no como estilo replicable— y, por tanto, defender la posibilidad de que los edificios sigan siendo testimonios sensibles, genius loci, de su tiempo y su gente.
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