El agotamiento del tipo y el surgimiento del topos: hacia una arquitectura topológica
Desde la teoría clásica hasta la modernidad tardía, la arquitectura ha estado estructurada por la noción de tipo. El tipo ha operado como una herramienta de transmisión cultural, un marco de reconocimiento formal y una estrategia de orden. De Quatremère de Quincy a Aldo Rossi, el tipo ha sido el medio por el cual la arquitectura se mantiene dentro de los límites de la memoria colectiva, asegurando continuidad y legibilidad.
No obstante, la lógica tipológica se basa en una ontología cerrada: presupone que los edificios pertenecen a categorías fijas y que la forma es un reflejo estable de funciones permanentes. La contemporaneidad —informacional, dinámica, inestable— ha desbordado esta concepción. Las formas ya no son resultado de tipologías heredadas, sino de procesos relacionales que evolucionan en el tiempo y se nutren de datos, materiales y comportamientos.
De este modo, emerge un nuevo paradigma: el paso del tipo al topos.
El topos, entendido como campo relacional, sustituye a la forma arquetípica por la continuidad dinámica de relaciones. La arquitectura deja de ser catálogo de modelos y se convierte en sistema abierto: una ecología de relaciones activas, donde la forma es contingente y la coherencia se construye a partir de la interdependencia.

Habraken y la flexibilidad estructurada: el sistema de bandas versátiles
En este desplazamiento, John Habraken ocupa un lugar fundacional. Su obra teórica, especialmente Supports: An Alternative to Mass Housing (1961) [1], introduce la idea de una arquitectura estructuralmente estable pero configuracionalmente abierta. El soporte (support) no es una forma cerrada, sino una infraestructura relacional que habilita la transformación.
Dentro de este marco, Habraken propone las bandas versátiles (versatile bands) o franjas habitacionales, un concepto que reformula radicalmente el modo de entender el espacio doméstico. Estas bandas no son habitaciones cerradas ni tipologías repetibles, sino zonas longitudinales de potencial funcional, definidas por su conectividad, no por su uso fijo.
Una franja puede alojar cocina, estar, comedor o circulación, dependiendo de la configuración elegida por el habitante. Las relaciones entre franjas —sus solapamientos, separaciones o continuidades— generan un espacio doméstico flexible, evolutivo y negociable. La planta ya no responde a un tipo de vivienda (en L, lineal, patio, torre), sino a un sistema topológico de franjas dinámicas donde cada decisión local afecta al conjunto.
La innovación de Habraken consiste en introducir una lógica relacional y jerárquica:
- el soporte proporciona continuidad estructural y técnica (sistemas portantes, núcleos, infraestructuras),
- las bandas versátiles introducen variabilidad programática y adaptabilidad funcional.
Este esquema se aproxima a la noción de parametrización espacial contemporánea: cada franja puede considerarse una variable con rangos de ajuste definidos —ancho, posición, conexión—, que determina un espacio de posibilidades. De hecho, los diagramas de Habraken son ya proto-paramétricos: no definen formas, sino dependencias.
A diferencia de la flexibilidad superficial del diseño modular moderno, las bandas versátiles articulan una flexibilidad estructurada: el sistema no es arbitrariamente mutable, sino topológicamente coherente. La continuidad espacial se mantiene aunque las configuraciones cambien. Este principio, que en la actualidad resuena con las nociones de sistema abierto y resiliente, convierte a Habraken en precursor de una arquitectura procesual, en la que el habitar deviene acto de diseño.
En términos contemporáneos, podríamos decir que las bandas versátiles son interfaces entre capas de información: entre estructura e infraestructura, entre permanencia y uso, entre arquitectura y habitar. Son líneas de código espacial, donde el proyecto se define por relaciones, no por geometrías.
Alexander Klein y la parametrización del espacio doméstico
Mientras Habraken articulaba sistemas abiertos a escala colectiva, Alexander Klein desarrollaba, desde finales de los años veinte, un método analítico que anticipa el pensamiento paramétrico. En su estudio de la vivienda mínima (Das Neue Frankfurt, 1928) [2], Klein buscaba no imponer un modelo, sino cuantificar relaciones.
Mediante diagramas funcionales, Klein representaba flujos de movimiento, tiempos de recorrido y relaciones de proximidad entre zonas. Estas representaciones —diagramas de eficiencia doméstica— eran auténticos modelos de comportamiento: cada línea, cada conexión, expresaba una dependencia funcional.
En lugar de definir una tipología ideal de vivienda, Klein proponía un campo de variación basado en parámetros medibles: número de pasos, distancias, tiempos, densidades. Su preocupación no era la forma de la casa, sino la morfología de las relaciones.
Si observamos sus diagramas desde una perspectiva contemporánea, pueden leerse como gráficos paramétricos: cada variable (función, trayecto, apertura) puede modificarse dentro de un rango, afectando al conjunto. La eficiencia espacial resulta de la optimización de relaciones, no de la aplicación de un tipo.
Klein no hablaba de algoritmos, pero pensaba en términos de dependencias funcionales. Su grilla espacial es, en esencia, un modelo topológico: una estructura de continuidad entre funciones, donde los límites son gradientes y no bordes. El espacio doméstico se convierte así en un sistema paramétrico analógico, en el que la forma emerge de la interacción entre necesidades, movimientos y flujos.
Su enfoque es radicalmente topológico porque se basa en la invariancia relacional bajo transformación: la organización espacial puede variar mientras se mantiene la coherencia funcional. Este principio —continuidad a través del cambio— es precisamente la definición matemática y conceptual de la topología.
Entre soporte y comportamiento: la convergencia relacional
Habraken y Klein, aunque separados por tres décadas y contextos distintos, convergen en un punto fundamental: ambos entienden la arquitectura como sistema de relaciones antes que como objeto formal.
- Habraken aborda la arquitectura desde la estructura social y material: cómo un sistema puede mantener su integridad mientras admite variación, apropiación y evolución temporal.
- Klein la aborda desde la estructura funcional y perceptiva: cómo la disposición espacial optimiza los flujos y la eficiencia sin caer en rigidez tipológica.
Ambos sustituyen el tipo por la relación. En Habraken, la relación se da entre capas jerárquicas (soporte-infill); en Klein, entre variables funcionales (trayectos-usos). En ambos, el proyecto no se define por su forma final, sino por la coherencia emergente del sistema.
Si Habraken anticipa el pensamiento de los sistemas abiertos, Klein anticipa el pensamiento de los sistemas paramétricos. Ambos son precursores de la arquitectura topológica, donde la continuidad —espacial, funcional, temporal— sustituye la rigidez tipológica.

La topología como marco operativo contemporáneo
El pensamiento topológico, que hoy se asocia a la arquitectura digital y a la morfogénesis computacional (Carpo [5], DeLanda [6], Spuybroek [7]), tiene aquí su genealogía previa. La idea de que la forma no es fija sino relacional, que la coherencia depende de la continuidad de variaciones, y que el proyecto se define por un conjunto de dependencias dinámicas, estaba ya contenida en las bandas versátiles de Habraken y los diagramas funcionales de Klein.
En el contexto contemporáneo, la topología permite articular sistemas de información que integran datos culturales, perceptivos y materiales. Las lógicas de parametrización de Klein y de modulación jerárquica de Habraken se reactivan hoy en modelos BIM abiertos, en infraestructuras urbanas adaptativas o en sistemas de diseño generativo que integran participación ciudadana y simulación ambiental.
La arquitectura topológica no busca definir tipos nuevos, sino construir marcos de coherencia procesual. La flexibilidad deja de ser un atributo superficial para convertirse en principio estructural: las relaciones son el edificio.
Ontología de la continuidad: más topos y menos tipos
El paso del tipo al topos implica una transformación ontológica de la arquitectura.
Ya no se trata de producir formas estables, sino de establecer las condiciones para que los sistemas generen coherencia a través del cambio. El espacio deja de ser un contenedor y pasa a ser un medio relacional, donde lo estructural, lo funcional y lo social se integran en un continuo.
Las bandas versátiles de Habraken y la parametrización funcional de Klein prefiguran la arquitectura de sistemas abiertos: estructuras adaptativas, sensibles al tiempo y al uso, capaces de evolucionar sin perder identidad. En este sentido, son los verdaderos precursores del pensamiento topológico contemporáneo.
“Más topos y menos tipos” significa abrazar la arquitectura como campo de relaciones: una práctica procesual que reconoce la variabilidad como principio constitutivo.
Frente al tipo —cerrado, normativo, repetitivo—, el topos es abierto, continuo y proyectivo. La arquitectura deja de repetirse a sí misma para aprender de sus propias transformaciones.
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