Introducción: Desplazar la Tecnología del Centro del Discurso
En el contexto actual del diseño computacional arquitectónico, existe una sobreabundancia de literatura centrada en los logros técnicos y estéticos de la generación algorítmica. Sin embargo, una revisión profunda de la disciplina exige rescatar perspectivas filosóficas que reequilibren el foco. Este texto propone una lectura técnica e innovadora del pensamiento de Antonio Miranda, arquitecto y crítico español, como lente para resignificar el diseño computacional no como herramienta formalista sino como sistema de mediación técnico-humanística.
Miranda: Arquitectura como Encuentro y Medida
Antonio Miranda sostiene que la arquitectura no es una de las bellas artes, sino una disciplina de «encuentros y medidas». Esta afirmación encierra una concepción estructural de la práctica arquitectónica: el proyecto no es una obra cerrada en sí misma sino una articulación de tensiones técnicas, sociales, normativas y perceptivas. El «encuentro» se define como el momento técnico y simbólico en el que confluyen sistemas heterogéneos: estructura y envolvente, presupuesto y representación, habitante y espacio.
Desde esta perspectiva, la «medida» no se limita al número sino que implica una lógica de negociación. Medir no es simplemente cuantificar, sino establecer proporciones que puedan sostener un sistema viable de relaciones.
La Variable como Nueva Unidad de Encuentro
En diseño computacional, la variable es la unidad funcional básica. Representa una dimensión susceptible de ser modificada por una condición externa o interna: orientación solar, densidad programática, costos, velocidad del viento, etc. Tradicionalmente, estas variables son entendidas como entradas cuantificables que alimentan un modelo generativo.
Pero si llevamos el concepto de «encuentro» de Miranda al dominio computacional, la variable deja de ser un simple contenedor de datos: se transforma en el nodo de conflicto técnico y político. Una variable no es neutra. Codifica elecciones ideológicas: ¿se optimiza para confort térmico o para densidad de ocupación?, ¿se prioriza la eficiencia estructural o la expresividad formal?
El diseño computacional, visto desde Miranda, no es una secuencia de entradas y salidas, sino un campo de encuentros mediados algorítmicamente.
Algoritmo como Topología de Tensiones
Un algoritmo de diseño genera formas a partir de reglas. En su fase tradicional, estas reglas se pensaban como relaciones geométricas. En la fase contemporánea, se introducen condiciones paramétricas, simulaciones físicas, aprendizaje automático. Pero en todos los casos, el algoritmo es una topología de tensiones codificadas.
Aplicando la teoría de Miranda, se puede decir que el algoritmo es la herramienta que organiza los «encuentros» dentro de un entorno computacional. Su función no es generar la forma ideal, sino mantener activa la tensión entre restricciones contrapuestas.
Por ejemplo, en un algoritmo multiobjetivo para un proyecto de vivienda social, las restricciones pueden incluir: costo de materiales, eficiencia energética, densidad poblacional, calidad espacial, regulaciones municipales. El rol del algoritmo es mantener la lógica de estos encuentros, no resolverla de manera definitiva.
Esto implica una nueva ética computacional: el arquitecto no es quien «domina» el algoritmo, sino quien estructura un espacio de conflicto técnico-constructivo dentro del modelo.
La Lógica del Modelo: Entre la Medida y la Crítica
En el pensamiento mirandiano, la «medida» no es inocente. Es una operación crítica que implica jerarquías, exclusiones, priorizaciones. Aplicado al diseño computacional, esto cuestiona la supuesta objetividad de los modelos.
Tomemos como ejemplo un modelo de optimización para fachadas adaptativas. Los parámetros considerados podrían ser el soleamiento, el ángulo de incidencia solar, la iluminancia interior, la visibilidad exterior, y el coste de actuadores. El modelo elige la «mejor» solución según una función de fitness.
Desde Miranda, la cuestión fundamental es: ¿qué estamos midiendo y por qué? ¿Qué variables decidimos excluir? ¿Qué pasa con la experiencia del habitante, con la memoria del contexto, con la carga simbólica de la materialidad?
Esto implica que el diseño computacional debe asumir su condición ideológica. La modelación es un acto de crítica: toda función de evaluación (fitness function) es un manifiesto arquitectónico encubierto.
El Modelo como Dispositivo de Negociación
La práctica computacional se enriquece al asumir que sus modelos no son mecanismos de solución, sino dispositivos de negociación. Esta afirmación es crucial: al igual que en el pensamiento de Miranda, donde la arquitectura emerge del entrecruzamiento de sistemas heterogéneos, el modelo computacional debe concebirse como una plataforma para la confrontación continua.
En este sentido, la arquitectura generativa ya no se orienta hacia la «forma óptima», sino hacia la sostenibilidad del conflicto formal. Por ejemplo, un algoritmo que permite a diferentes agentes intervenir sobre una misma geometría (habitantes, ingenieros, autoridades) deja de ser un motor formal y se transforma en un mediador de agencia distribuida.
El Rol del Arquitecto: De Autor a Curador de Encuentros
Esta reconceptualización tiene consecuencias directas sobre la identidad profesional. El arquitecto computacional, bajo esta óptica, deja de ser un «codificador de soluciones» para convertirse en curador de encuentros algorítmicos.
Su tarea principal no es dibujar ni programar, sino estructurar el espacio lógico de mediación entre variables. Cada variable debe ser justificada, cada relación algorítmica debe tener un anclaje crítico, cada resultado debe ser entendido como producto de una ecología de tensiones.
Este arquitecto-curador tiene una responsabilidad ética: debe decidir cuáles encuentros prioriza, cuáles silencian, cuáles deben ser incorporados aunque incomoden.
Epistemología Crítica del Dato
Una lectura profunda del pensamiento de Miranda también nos permite cuestionar la propia naturaleza del «dato» en arquitectura computacional. Si el dato es asumido como medición objetiva, reproducimos una lógica tecnocrática. Pero si entendemos el dato como «medida situada», entonces cada input se vuelve una declaración crítica sobre qué debe contarse y cómo.
Por ejemplo, en un modelo de simulación urbana que evalúa el flujo peatonal, el simple acto de definir los nodos de entrada y salida ya implica una concepción específica del uso del espacio público. Incorporar datos sobre el uso informal, la interacción intergeneracional o la seguridad percibida implica un modelo crítico que trasciende lo puramente cuantitativo.
Algoritmos Generativos y la Supresión del Ornamento Falaz
Desde la modernidad, la crítica al ornamento ha sido recurrente: Adolf Loos denunció su superficialidad, y el Movimiento Moderno buscó su erradicación. Sin embargo, en la era digital, el ornamento ha regresado disfrazado de «complejidad» superficial, muchas veces apoyada en lo computacional. Fachadas paramétricas, geometrías «orgánicas» y envolventes reactivas se han convertido en una nueva forma de lo que podríamos llamar «ornamento falaz»: aquel que simula responder a condiciones, pero carece de justificación estructural, simbólica o programática.
En este contexto, los algoritmos generativos ofrecen una posibilidad crítica, si y solo si son utilizados como mecanismos de articulación entre variables significativas, y no como fábricas de complejidad vacía.
Aplicando el pensamiento de Miranda, podríamos decir que el algoritmo no debe ser generador de ornamento, sino filtro de significación arquitectónica. Solo aquellas variaciones que resulten de tensiones reales y justificadas (climáticas, sociales, estructurales) deben emerger como forma. En este marco, la geometría compleja no es ornamental, sino consecuencia de un encuentro tenso entre medidas diversas.
Un ejemplo puede verse en sistemas que generan estructuras de doble curvatura a partir de análisis de cargas y respuestas térmicas. La forma no es espectáculo, sino síntesis de encuentros. El algoritmo, entonces, no «dibuja», sino mide. No «adjetiva», sino verbaliza relaciones.
Computación como Marco Generativo de Relaciones Formales Cuantificadas
Más allá del funcionalismo de la variable aislada, la computación arquitectónica puede concebirse como un marco generativo que permite articular relaciones que, aún siendo eminentemente formales, son el producto directo de procesos cuantitativos de alta densidad epistémica. Es decir, la forma arquitectónica no surge como resultado estético libre ni como réplica simbólica, sino como cristalización de sistemas de datos complejos, de interacciones entre fenómenos múltiples y contradictorios: estructurales, ambientales, sociales, económicos, topológicos.
Este giro permite que el resultado formal, lejos de ser banal, sea una manifestación de un orden emergente, inteligible y justificado. En este sentido, se puede afirmar que la forma se vuelve «inteligente» no por su espectacularidad, sino por la trazabilidad lógica de su aparición. Esto redefine radicalmente la noción de diseño: ya no se trata de crear geometrías «bellas», sino de construir estructuras de relaciones donde la belleza emerge como epifenómeno de la articulación crítica de datos.
Heurística Gestáltica y Supresión de la Ectopía Superflua
Uno de los aportes más potentes del enfoque algorítmico contemporáneo reside en su capacidad para generar procedimientos heurísticos y no deterministas que permiten descubrir gestálticamente la forma en lugar de imponerla. Esta heurística no persigue soluciones predefinidas, sino que explora campos de posibilidad donde la forma emerge como epifenómeno de relaciones complejas.
La gestación de la forma bajo estos principios permite librarse de la «ectopía superflua»: aquella carga estética innecesaria que no responde a ninguna articulación significativa. Desde la visión de Miranda, esta ectopía no es un defecto formal, sino un síntoma de la desconexión entre arquitectura y medida crítica.
Así, el diseño computacional encuentra su máxima potencia no en la capacidad de generar lo nuevo, sino en su poder para dejar emerger lo necesario: aquello que surge al articular tensiones sin resolverlas por anticipado, lo que se revela en el proceso y no se impone desde el deseo formal.
Conclusión: Hacia una Computación Arquitectónica Crítica
Antonio Miranda nos ofrece una visión de la arquitectura como práctica crítica de mediación entre sistemas heterogéneos. Su defensa del «encuentro» como núcleo productivo y de la «medida» como acto ideológico nos permite resignificar el diseño computacional como una práctica filosófica.
En lugar de oponer tecnología y humanismo, el pensamiento de Miranda nos permite fundirlos en una epistemología computacional reflexiva. En este nuevo marco, el algoritmo no es un oráculo ni un autómata, sino un campo de encuentro simbólico donde la arquitectura se vuelve posible como negociación sostenida entre lo medible y lo significativo.
La arquitectura computacional crítica no es menos técnica: es más técnica porque es más consciente de su carga ideológica, de su dimensión simbólica y de su responsabilidad política. Así, el diseño computacional puede dejar de ser un simulacro formal para transformarse en una verdadera técnica de pensamiento proyectual, una forma de medir lo inestable, y de construir encuentros en tiempo real entre materia, intención y humanidad.
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