Introducción
El Proyecto como Sistema de Generación
Arquitectura y necesidad: más allá del algoritmo

Modelos proyectuales abiertos y coevolutivos
- Análisis de agentes (Agent-based modeling) para simular comportamientos sociales o patrones de uso.
- Sistemas adaptativos de control morfogenético que integren feedback en tiempo real.
- Interfaces participativas basadas en IA que permitan al usuario final incidir directamente sobre el modelo.
Hacia un nuevo pacto epistemológico
Ni Robot ni Bufón: Hacia una Arquitectura Computacional Crítica y Comprometida
Teniendo en cuenta al crítico Antonio Miranda, particularmente su ensayo Ni robot ni bufón. A través del cruce entre teoría crítica y tecnología digital, se analiza cómo las herramientas generativas contemporáneas, si bien ofrecen nuevas posibilidades proyectuales, pueden reproducir lógicas de automatismo (el arquitecto-robot) o formalismo vacío (el arquitecto-bufón).
Frente a ello, se propone un marco para una arquitectura computacional crítica, que articule sistemas generativos con variables culturales, sociales y territoriales, promoviendo una epistemología situada del algoritmo.
Del objeto al sistema generativo
La digitalización del diseño arquitectónico ha supuesto una transformación no solo instrumental sino ontológica del proyecto. Con el desarrollo de herramientas como Grasshopper, Wallacei, Hypar, Dynamo, Autodesk Generative Design o sistemas de aprendizaje automático aplicados a arquitectura, el proceso proyectual ha migrado de una lógica de síntesis a una lógica de emergencia computacional, donde el proyecto se concibe como un sistema generativo abierto y multiobjetivo (Kolarevic, 2003).
Sin embargo, esta mutación conlleva una tensión epistemológica: ¿es el diseño computacional capaz de constituirse en una forma crítica de pensamiento arquitectónico? ¿O se limita a reproducir lógicas instrumentales ajenas al conflicto que define históricamente a la arquitectura como acto cultural?
Antonio Miranda, desde una posición previa al giro digital, alertó sobre la pérdida de sentido del proyecto arquitectónico cuando este se somete ciegamente a los dictados de la técnica o del espectáculo. Su crítica, formulada en Ni robot ni bufón, se reactualiza hoy ante la expansión de lo computacional. El reto es no delegar el juicio arquitectónico ni en la eficiencia de la máquina, ni en la retórica de la innovación formal, sino reconstruir una ética algorítmica del habitar.
Arquitecto-robot: el paradigma técnico de la optimización ciega
Los sistemas generativos contemporáneos se fundan en principios de variación algorítmica, búsqueda heurística y optimización de desempeño. En particular, el uso de algoritmos evolutivos (como NSGA-II, SPEA2) en herramientas como Wallacei permite explorar poblaciones de soluciones bajo múltiples objetivos simultáneos (Després & Bourdages, 2020).
Sin embargo, esta lógica de fitness computacional desplaza el juicio arquitectónico hacia una epistemología de la performatividad, donde el valor del proyecto se mide en términos de eficiencia energética, racionalidad estructural, soleamiento o ventilación. Lo que se optimiza es lo que puede ser cuantificado; lo que no entra en el sistema, se omite.
Este modelo genera una figura profesional que Miranda habría identificado como “robot”: un arquitecto que ha delegado la construcción del sentido del proyecto en una herramienta. En palabras de DeLanda (2011), se trata de una “automatización de la agencia”, donde el algoritmo actúa sin mediación crítica.
El riesgo aquí es producir una arquitectura “inteligente” pero epistémicamente vacía: morfologías técnicamente justificables que no interrogan ni el lugar, ni el habitar, ni el conflicto.
Arquitecto-bufón: la espectacularización algorítmica de la forma
El otro polo de esta disyuntiva es el del bufón, figura que Miranda asocia con la espectacularización del proyecto, desarraigado de toda condición real. En el entorno digital, esta posición se manifiesta en el uso de la herramienta computacional como generador de morfologías inéditas, topologías espectaculares, o soluciones formales sin anclaje programático, cultural o material.
Autores como Carpo (2017) han advertido sobre esta estetización del algoritmo, donde la complejidad formal se convierte en valor de mercado, y no en respuesta proyectual. La digitalización aquí se transforma en espectáculo codificado, y el arquitecto, en performer de la herramienta.
Ejemplos abundan en ciertas corrientes del diseño paramétrico extremo, en donde la herramienta es utilizada como “motor de innovación formal” sin integrarse con datos contextuales reales. En esta posición, la agencia del arquitecto desaparece bajo la retórica de la novedad y la plasticidad digital.
Proyecto computacional como sistema abierto, situado y coevolutivo
Frente a estas dos deformaciones, proponemos recuperar el concepto de proyecto como sistema abierto y coevolutivo, en el sentido que le dan Frazer (1995) o Kwinter (2008): un ensamblaje adaptativo que se transforma en interacción constante con el entorno, el usuario, el territorio.
Este enfoque implica:
- Reintroducir en el sistema generativo variables no cuantificables, como patrones de uso, relaciones sociales, dinámicas culturales o memorias espaciales.
- Ampliar el modelo de diseño computacional hacia lógicas de simulación social basada en agentes (ABM), interfaces participativas e integración de datos cualitativos mediante machine learning no supervisado.
- Diseñar modelos de codiseño computacional, en los que el usuario final, las comunidades o actores del territorio puedan interactuar con el sistema generativo.
Desde una perspectiva técnica, esto podría implementarse con:
- Modelos híbridos que combinen inputs paramétricos con análisis etnográfico espacial (Gehl, 2010; Lefebvre, 1974).
- Uso de redes neuronales para mapear patrones de comportamiento espaciales desde datos participativos (Wiens et al., 2022).
- Integración de procesos de coevaluación en tiempo real mediante realidad aumentada o feedback sensorial (Iaconesi & Persico, 2016).
El algoritmo, en este marco, no reemplaza la decisión, sino que se convierte en dispositivo epistémico para pensar la complejidad del habitar.
Hacia una ética algorítmica del proyecto
Recuperando a Miranda, afirmamos que la arquitectura no se define por su forma, sino por el conflicto que es capaz de asumir. En el contexto digital, esto implica repolitizar el algoritmo, no negarlo. Se trata de diseñar herramientas que no solo optimicen, sino que problematizan: que operen sobre el sentido, no solo sobre la forma.
Para ello, proponemos una serie de principios para una arquitectura computacional crítica:
- Autonomía epistémica del algoritmo: reconocer su estructura como lenguaje, pero no como sustituto del pensamiento.
- Integración de la necesidad: articular la herramienta con formas de vida concretas, usos, apropiaciones, conflictos territoriales.
- Coautoría expandida: superar el modelo autoral centralizado para incluir procesos participativos y feedback colectivo.
- Estética de la contingencia: aceptar la incertidumbre como valor proyectual frente al control determinista.
La formación del proyectista crítico: pedagogía y agencia en tiempos algorítmicos
Para consolidar una arquitectura computacional crítica y comprometida, es indispensable reflexionar sobre los marcos formativos que configuran al proyectista contemporáneo. La emergencia de un ecosistema digital dominado por herramientas generativas plantea el riesgo de formar arquitectos “operadores” de software, pero no necesariamente pensadores del proyecto. En este contexto, la educación arquitectónica no puede reducirse a la adquisición de destrezas técnicas, sino que debe estructurarse como un laboratorio de pensamiento, donde se ensaye una práctica proyectual situada, reflexiva y politizada.
Formar un proyectista crítico exige, por tanto, articular saberes técnicos con saberes territoriales, culturales y éticos. Esto implica introducir desde etapas tempranas del currículo ejercicios en los que la herramienta digital no sea un fin en sí misma, sino un medio para explorar conflictos reales del habitar: desigualdades espaciales, informalidad, sostenibilidad vivencial, dinámicas sociales. Se trata de propiciar una alfabetización computacional situada, en la que la codificación sea entendida como un lenguaje para interpretar, intervenir y transformar lo real.
Además, la formación del proyectista crítico debe fomentar una agencia expandida: el arquitecto no como genio aislado, ni como simple ejecutor, sino como mediador entre actores, contextos y tecnologías. Así, el aprendizaje de herramientas generativas debe estar siempre acompañado por el ejercicio de una mirada crítica que interpele sus límites, posibilidades y sesgos.
Solo así será posible reconfigurar la figura del arquitecto digital como autor ético de sistemas abiertos, capaces de pensar y proyectar con —y no contra— la complejidad del mundo.
Conclusión
Entre el arquitecto-robot que optimiza sin preguntar y el bufón que formaliza sin responsabilidad, proponemos una tercera figura: el proyectista crítico computacional. Este no renuncia a la herramienta, pero la interroga. No idealiza el algoritmo, pero lo reapropia.
En definitiva, se trata de hacer del diseño computacional una forma de pensamiento comprometido, una práctica capaz de inscribir el conflicto en el código, y la necesidad en la geometría.
Parafraseando a Miranda:
El algoritmo no hace arquitectura. La arquitectura comienza donde el algoritmo se convierte en pregunta.